Jesús Lépez Ochoa
Los integrantes de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación fueron desenmascarados. El rechazo legislativo a la iniciativa que pretendían imponer a base de amagos con la aprobación de una sola de sus propuestas los deja en evidencia y sin nada que justifique su actuar en contra de la sociedad.
La propuesta aprobada era la más importante y de mayor trascendencia de todas, porque representa un interés general mayor al que tendría que puedan o no heredar sus plazas, que puedan o no estar comisionados en otras actividades sin pararse frente a un pizarrón o que sean o no evaluados.
Por eso mismo hicieron de la gratuidad de la educación la principal bandera de su lucha y el Congreso se las arrebató. La Ley de Educación ya no solamente contemplará que la educación sea gratuita sino que demás, establece la prohibición de las cuotas escolares que indebidamente se cobran en la educación pública con multiplicidad de pretextos.
¿No era eso lo que querían? ¿Educación gratuita? Ya está. ¿A qué se deben los gritos y sombrerazos, las amenazas de perjudicar a los ciudadanos, la toma de radiodifusoras y el ataque con huevos y piedras al Congreso? ¿Acaso la gratuidad de la educación no era lo más importante para ellos? Al parecer, no.
Ahora, tendrán que decir cuáles son sus verdaderas intenciones y no escudarse en la nobleza de la lucha por la educación gratuita que en realidad no existía para ellos más que como argumento principal para poner al Estado contra la pared y lograr otras pretensiones. He ahí su dilema.
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